mio madre

Mio madre nun sabía idiomes pero yera tan mimosa... dicíame que con enfotu pues algamar cualquier cosa. Mio madre nun sabía idiomes pero falaba a les freses, facía ensalada rusa y mil tortielles franceses. Mio madre nun sabía idiomes pues pisó poques escueles, ¡y facía un caldu gallego y unes coles de Bruseles...! Mio madre nun sabía idiomes, yera una madre estupenda, facía arroz a la cubana con salsa a la boloñesa. ...Primeros versos del poemario Mio madre, de Aurelio González Ovies, editado por Pintar -Pintar, abril 2010 (Edición en asturiano)

domingo, 3 de marzo de 2013

TORTILLA DE ORICIOS, bolla escaldada con cebolla


Acompañamos de unos tortos de bolla escaldada frita y cocida.
Hoy os dejo una tortilla de las fáciles, como pocas. El inconveniente puede ser el vaciado de los oricios, pero si os da pereza, con caviar de oricios también queda bastante rica, aunque el sabor a mar que se consigue con los frescos es imposible lograrlo con el caviar. Merece la pena manchar un poco las manos y disfrutar de la mar en la boca.
Acompaño con unos trozos de bolla escaldada con cebolla, en dos versiones, tortos y cocida. Nuestra madre siempre nos la hacía en el horno y dejaba un poco de la masa para freírla en la sartén con muy poco aceite. La dejaba bien `churruscadina´ y nos la rifábamos. Ella hacía una grande, del tamaño de la base de la sartén. Yo preparé varias, más pequeñas. (La tengo publicada hace años aquí). Heredó la receta de sus tías, ellas a su vez de su madre y por eso, es una receta de las de toda la vida, al menos en nuestra familia.

En mi próxima publicación, mostraré fotografías de Festival del Oricio de este año, que resultó genial, gracias al numeroso público visitante y al buen hacer de los vecinos que colaboraron para que así fuera .


Siempre que mi hermano nos trae oricios, me viene el recuerdo de nuestra tía Nieves, tatá, como la llamábamos. Le gustaba tanto ir a cogerlos como después comerlos... No, más bien, disfrutaba viendo lo que nos prestaban a los demás. Era conocedora de todos los 'pedreos' de la zona y sabía dónde encontrar los `más dulces´. Siempre venía con la cesta cargada hasta los bordes y repartía: unos para casa de nuestros güelos y otros para nosotros. Ella ya no los comía en casa, prefería partir unos cuantos en el comienzo de la subida de la `riba´ donde los cogía, sentada con sus compañeras, compartiendo unos trozos de pan y bebiendo de ellos la misma mar en cada bocado... Clarina, Mari Sol, Reme, Marcela, Visita... Muchos nombres van unidos a las aventuras de cada ida a por `aleznes´, que es así como los denominaba. Trabajaban duro, pero también lo pasaban bien, pues nuestra tía nos contaba con añoranza todas las andanzas, cuando, de mayor, ya no podía ir a la marea y en su cara reflejaba la desilusión. Vayan por ti, `tatá´. Con lo que te gustaba la bolla, seguro que la disfrutarás desde algún rincón.
Tatá.

Os dejo un texto de A. G. Ovies, publicado en La Nueva España.


DE LO QUE ECHO DE MENOS
La tormenta de estos días pasados, en el Cabo.
La vida verdadera, la vida que vivía, con las tardes sin prisas y el manzano florido en medio de la huerta. Las mañanas de marzo, con la mar muy tranquila y la bruma marchando despaciosa hacia el norte. El furgón del lechero, madrugador y alegre, que nos saluda a todos camino de la escuela. La voz del panadero, que grita desde lejos pan caliente y borona. Los cantos en las cuadras, con la luz encendida, mientras limpian las vacas y les dan alimento y las ordeñan. El olor a cocido que todos los hogares desprenden muy temprano.  El solo afilador, que afila los cuchillos y remacha sartenes y arregla las cazuelas. Los prados habitados, en cualquier estación. Las sílabas del aire por entre la cintura de la hierba.

Ilusiones sencillas, esperanzas pequeñas, días iluminados por la luz de algún sueño que no se cumplirá, mas nos tiene despiertos. Atardeceres hondos y madres que nos llaman y fragancia de higueras. Marineros que llegan con las cestas repletas de refulgentes peces sobre camas de helecho. Obreros que circulan en bici con dinamo y gesto de cansancio y pinzas de la ropa en las perneras. El bullicio en los chigres, sus mostradores largos, donde se habla de todo, aunque nada se diga. La noche y su cobijo, la grata compañía de los seres queridos y la sabrosa cena.

La quietud del presente, su extensión perdurable, el futuro que apenas se concibe ni inquieta. Hortalizas robustas, frutas deliciosísimas que penden de las ramas, rocío en su volumen. Labradores serenos con manos como azadas y piel como paciencia. Ganado manso y lento. Pueblos con casas llenas. Aldeas revividas, paredones y fincas. Paredes encaladas. Caminos con destino. Niños cuyo alboroto despierta a las estrellas.

Echo de menos todo. Como un hombre que añora lo que pierde. Como un hombre que busca lo que falta. Como un perseguidor de las ausencias. Echo de menos luz. La claridad con la que despertaba. La candidez con la que amanecía. El sentimiento con el que me adormecía. Echo de menos el grillo y la luciérnaga. La mansedumbre de los animales. El autobús de línea y la belleza. Echo de menos paz, verdad y amor. Una verdad que aún no sea mentira. Echo de menos sed (y no me falta el agua). Huir de la costumbre. Salir de los patrones. Echo de menos un abrazo entero. Y una palabra hermosa cada día. Sentir. Sentir un corazón. Sentir a Dios, de nuevo y para siempre, en la naturaleza. 



Para la bolla escaldada con cebolla, necesitamos: (para la bandeja de horno)

  • 2 kilos de cebollas picadas en juliana
  • 700 gramos de harina de maíz
  • 200 gramos de harina de trigo
  • aceite de oliva
  • sal
  • Pimentón(optativo, en esta ocasión no se lo puse)
  • agua caliente, no hirviendo
Preparación:


Ponemos las cebollas, saladas,  a pochar en aceite de oliva, despacio. Una vez pochadas, las ponemos en un bol amplio. Esperamos a que se templen. Añadimos sal a las harinas, mezclamos y colocamos sobre la cebolla.
Vamos añadiendo agua caliente y mezclando bien, cuando se vaya haciendo como un puré espeso, amasamos bien con las manos. Mezclamos bien y colocamos sobre papel de horno en la bandeja. Rociamos la masa con aceite de oliva, decoramos, si se quiere, con unas rayas que marcan el corte de las porciones y cocemos en horno precalentado a 180º, por abajo y por arriba, hasta que quede de un color dorado intenso y los bordes más tostados. Cuanto más dorada, más crujiente. Dejamos templar y porcionamos.
También podemos hacer una especie de tortos, ponemos a cucharadas masa en una sartén caliente y con aceite, las extendemos bien y dejamos que se doren bien por la parte en contacto con el calor. Cuando estén bien doradas, les damos la vuelta con cuidado y dejamos que se doren bien por el otro lado. Las ponemos sobre papel de cocina y servimos al poco tiempo, calientes. Nos gustan bien doradas, quedan muy crujientes.
Para la tortilla de oricios, necesitamos:

  • 2 kilos y medio de oricios crudos
  • 5 huevos
  • aceite de oliva
  • 6 cebollas grandes
  • sal
Preparación:
Lo primero abriremos los oricios, yo les clavo un cuchillo en el medio y hago un poco de presión, el oricio se parte en dos. Con una cucharina de café, les quito las tripas.
Dejando solamente `los corales´. Se procede así con todos los oricios. Pochamos la cebolla que habremos cortado en cuadradinos muy pequeños y bien frita, cuando esté templada, la añadimos a los huevos batidos.
Mezclamos bien y ponemos  una sartén al fuego con un poco de aceite. Volcamos el conjunto y ponemos por arriba, bien esparcidos, los corales de oricios. Dejamos que se haga un poco y le damos la vuelta. Ahora ya va en gustos de como dejarla, en casa nos gusta poco hecha.

Tortos de bolla escaldada.
Porciones de bolla escaldada con cebolla, riquísimos.

La tortilla está deliciosa, la mar dentro, llena de sabor.
¡QUE VOS PRESTE!

Y quiero agradecer a Meri, una tempesta in cucina, este regalo, un premio que ella comparte desde su país conmigo, con esta cocina a la que está invitada siempre que quiera venir, y lo sabe. Ella, Meri,  ofrece unas recetas estupendas en su blog, aprendemos mucho yendo allí y degustando su rica cocina italiana. Si no la conocéis, vale la pena que os paséis a visitarla, os prestará, seguro.  Gracias, amiga, por hacerme partícipe de él. Muchos besos.-
Para todos los amigos que se lo quieran llevar a sus cocinas.