mio madre

Mio madre nun sabía idiomes pero yera tan mimosa... dicíame que con enfotu pues algamar cualquier cosa. Mio madre nun sabía idiomes pero falaba a les freses, facía ensalada rusa y mil tortielles franceses. Mio madre nun sabía idiomes pues pisó poques escueles, ¡y facía un caldu gallego y unes coles de Bruseles...! Mio madre nun sabía idiomes, yera una madre estupenda, facía arroz a la cubana con salsa a la boloñesa. ...Primeros versos del poemario Mio madre, de Aurelio González Ovies, editado por Pintar -Pintar, abril 2010 (Edición en asturiano)

sábado, 2 de mayo de 2015

TARTA DE QUESO SIN HORNO, de los 70 y muy fácil



Sin más: felices días a todas las madres. Os dejo una tarta de queso que hacía la nuestra y que nos prestaba mucho.


Un texto de Aurelio González Ovies:

HA VALIDO LA VIDA
Aunque sólo haya sido por aquellos veranos tan extensos y calmos al lado de vosotros, Cabo de Peñas, Viodo, acantilados, lanchas, Bañugues, caladeros, faro, niebla, nordeste, ha valido la pena este corto camino que aún recorro. Han valido la pena los días que pasamos creyendo que la vida sería azul y diáfana como, a veces, la mar y la altura del cielo y el contorno de agosto. Han existido. Fueron. Y aunque no quede nada, han sido más que todo. Han sido todo en mí el musgo y las gaviotas, las pozas y el salitre, las redes y el olor a carnada y escamas, a nasa y a horizonte, a calor y a ocle seco, a galipote y fondo. Por eso creo en firme que jamás volverán, por buenas y distintas que sean las de ahora, jornadas tan intensas, instantes tan hermosos.
Aunque tan sólo fuera por aquellas mañanas en las que despertaban los manzanos en flor y fuimos tan dichosos con un café y un cómplice silencio que hablaba por nosotros. Por los muchos momentos en que no existe algo tan necesario y grande como que existas tú, por más que nos transformen los hechos y los años, por mucho que nos pesen desengaños y escollos. Por aquellos encuentros en plena primavera, entre brezo y genistas, jóvenes como éramos y tan enamorados, brillantes e imparables, convencidos, sin miedos, de que el mundo era nuestro porque mundo y amor lo urdíamos nosotros.
Aunque os haya perdido igual que el árbol pierde su verdor en otoño, simplemente por ser tanto tiempo quien fui, carne de vuestra carne, aquel niño feliz que buscaba sin tregua renacuajos y grillos y botaba en los charcos naves de ingenuidad y papel de periódico. Por haberos tenido tan cerca y de verdad y haberme dado siempre emoción y conciencia, libertad y cariño, para que mis dos manos agarraran seguras y miraran al frente sin límites mis ojos. Por haberme amparado con abrigo de muro. Aunque hayáis partido, permanecen en mí, intactos, vuestros gestos. Es mío su pasado. Tan mío y tan lejano como humilde y grandioso.
Aunque deba marcharme y dejaros atrás, faro, Bañugues, Viodo, nordeste, acantilados, ha valido la vida este breve camino que aún recorro. Habéis de estar conmigo dondequiera que sea, más allá de este ámbito. Estaréis y estáis en cuanto pienso y sueño. En cada paso dado, en cada verso escrito, os recuerdo y os nombro.
© Aurelio González Ovies
(La Nueva España, 29-04-2015)