sábado, 20 de abril de 2013

EMPANADA DE CARMELA


Una empanada gallega, estupenda.
Otra vez con vosotros, amigos. A ver si 'ya' es la definitiva y los catarros y demás se olvidan de nosotros. Gracias por todos los ánimos que me hicisteis llegar. Siento no haber contestado a vuestros comentarios a su debido tiempo y espero poder visitaros con más asiduidad a partir de ahora.

Hoy os dejo una empanada que nos gustó de manera especial. La receta es de Carmela, nuestra profesora de manualidades. Como buena gallega, le gusta cocinar y siempre nos está aportando interesantes ideas, recordando platos que se hacían (y aún se hacen) en su casa. Cuando era niña, esta empanada le llamaba mucho la atención porque decía que la hacían del tamaño de `una rueda de carro´ y la llevaban a cocer al horno de la panadería de su pueblo, en la provincia de Lugo. Ella nos habló del relleno, con sardinillas frescas, sin espina, abiertas y colocadas entre la cebolla. Yo la preparé con bonito para que así gustase a todos los de casa, pues, con el pescado fresco,  alguno es bastante tiquismiquis. También los pimientos que debieran de ser morrones,  los puse del piquillo, los que tenía en ese momento.
La masa, de las más sencillas y está riquísima. Carmela no le pone nada de levadura, yo le añadí un poco para que quedase más blandina, pensando en los míos de nuevo.

Está muy rica, el relleno con tanta cebolla es una delicia, yo no pude esperar a que se enfriase del todo, la probé templada y me prestó mucho.

Le doy las gracias a Carmela, espero que nos siga regalando su compañía y más platos ricos.


La masa crujiente y el suave relleno, hacen de cada bocado una delicia.
Os dejo un texto de A. G. Ovies, publicado en La Nueva España.
Aurelio G. Ovies


 Qué habrá sido de todo lo que ha sido? ¿Y aquello que no fue en dónde permanece? ¿Qué de los nombres que ardían cuando los pronunciábamos; de los brazos que abrían tan pronto el sol brotaba, de los presentimientos abatidos? ¿Qué muere cuando se muere? ¿Quién abre las imponentes compuertas del dolor? ¿Quién habita en el luto; quién sobre la superficie del olvido? ¿Dónde queda el paisaje que miramos, dónde las estaciones desprovistas? ¿Quién ocupa los sueños que movemos, quién la vida que hasta entonces vivimos?


Lo que la noche encubre, ¿dónde se manifiesta, cuándo materializa sus designios? ¿Cómo será, a la luz, lo que no imaginamos? ¿Cómo la sombra de lo más transparente? ¿Qué perfil mostrará el futuro más próximo? ¿Si el silencio sonara, qué obraría en cada instante, qué en cada pensamiento; cuántas palabras nuevas, cuántos callados gritos? ¿Nos parecemos algo a lo que deseamos; nos acercamos más a lo que aborrecemos o a lo que perseguimos? ¿Quién dictamina nuestras voluntades; quién endereza nuestras decisiones; quién fragua nuestros credos; quién da capacidad a nuestros silogismos?


¿Quién sabe ciertamente a qué ha venido y por qué ha de partir y el qué de mientras tanto y el para qué desde un principio? ¿Merecerá la pena reconocerse nieve? ¿Ser roca es más intenso? ¿Es más larga la espera que la costumbre? ¿Más profunda la herida que el entusiasmo? ¿Menos punzante la distancia que el cariño? ¿Cuánto mide el amor; quién traza sus volúmenes, quién pule sus costuras, quién decide sus dunas y sus siglos? ¿Por qué la libertad y el amor no armonizan? ¿Por qué no se acompasan sus agujas? ¿Y el odio dónde incuba? ¿Por qué no desguarnece? ¿Quién sigue apadrinando sus fases monstruosas, sus rizomas endémicos? ¿Quién diseña sus rutas, quién lima sus cuchillos?


¿Cómo será el ser un ser inexistente, siempre lejos de ti, siempre vacío constante, siempre impresión de espíritu? ¿Qué llevaré en los ojos, con qué imagen iré a las amplias regiones de la nada? ¿Qué pensará la música cuando nos separemos; y qué la luna y los espacios, qué la indiferencia de la mar y los ríos? ¿Qué sucede al otro lado de la soledad; quién dicta su mudez, quién sostiene sus murales de humo? ¿Dónde se pierde el contorno del mundo, a qué altura no se percibe la angustia de la tierra? ¿Qué nos sucedería sin memoria, qué sería de las cosas sin olvido?



Para la empanada, necesitamos: (16 raciones)


Para la masa:

  • el caldo resultante de pochar la cebolla (480 gramos)
  • 650 gramos de harina común
  • una cucharada de levadura tipo Royal (optativo)



Para el relleno:
  • 3 kilos de cebollas
  • 500 gramos de bonito del norte en aceite de oliva
  • 8 pimientos en conserva (o morrones)
  • sal
Un huevo batido para pincelar.


Elaboración:
Picamos la cebolla en trozos generosos y la pochamos en el aceite caliente. Salamos. Dejamos que se vaya haciendo despacio, con la tapa puesta. Una vez pochada, la ponemos en un colador con un bol debajo para recoger el caldo .
Añadimos poco a poco la harina con la levadura tamizada y amasamos hasta conseguir una masa que se despegue del bol, elástica y que suave. La dividimos en dos.
Estiramos una parte con el rodillo y forramos con ella un molde redondo bajo. Colocamos la mitad de la cebolla, sobre ella el bonito bien escurrido.
Y el resto de la cebolla. Ponemos sobre ella los pimientos abiertos y cerramos con el resto de la masa bien estirada. Cortamos con el rodillo, presionando sobre el molde, el sobrante de la masa.

Terminamos de cerrar la empanada, pellizcando las dos capas para que no se despegue.  Hacemos un corte redondo en el centro de la empanada, cortando con un cuchillo y decoramos con el resto de la masa. Pincelamos con huevo. Cocemos en horno precalentado, a 170, los primeros 20 minutos solamente por abajo y otros 10/12 minutos más por arriba y abajo. (Cada horno necesita su tiempo).
Dejamos enfriar o templar.
Si os gusta la cebolla, esta empanada no os dejará indiferentes. A nosotros nos encantó.
¡¡¡Que vos preste!!!