Muchos días sin apenas ponerme al ordenador, sin visitar vuestras cocinas y desatendiendo por completo la mía... Seguramente la culpa la tenga este 'aborrecible' tiempo que nos toca vivir estos meses. Las gripes y los constipados están de fiesta y decidieron hacernos una visita.Y se quedaron, vaya si se quedaron... Aún estoy, como decimos por aquí, `a media vela´, pero hoy me siento con ganas de publicar un postre de lo más sencillo y del que me dí cuenta de que aún no estaba en el blog.
Basado en el clásico Peñasanta (postre popular en diversas localidades de Asturias ), os dejo un cierre de comida muy fácil y apañado. Lo mismo sirve para los días calurosos del verano que para las estaciones más frías. El original lleva helado mantecado o de tres sabores, sobre el que se suele poner almendra molida y tostada.También se acostumbra regarlo, al servir, con algún licor, que se flambea o no, dependiendo del gusto y de los comensales.
Yo os dejo un básico, después, cuanto más dejéis volar la imaginación, mejor. A ver si os gusta.
Un texto de A. G. Ovies, publicado en La Nueva España:
Cuando llega este tiempo de falsa primavera y un petirrojo viene cada mañana a verme, cuando brotan de pronto los árboles del parque y marzo apunta ya con sus balas de savia y es invierno pero hay una brisa muy nueva y una limpia tristeza en la luz muy reciente, la vida espolvorea aromas entrañables, colores muy cercanos, instantes como sed que mana y apetece y se escuchan recreos con gritos de los niños y se llenan los bancos de amor adolescente.
Cuando rompe el calor sus urnas y se expande, recuerdo emocionantes incursiones campestres: los prados comenzaban a poblarse de mayas y de eléboros y nos gustaba mucho echarnos a rodar, por más que nos reñían por mancharnos la ropa con el jugo del verde. Nos gustaba buscar los grillos prematuros y brillantes insectos y descubrir toperas por entre el tierno césped. Y adivinar en dónde anidarían las pegas y dónde esconderían las gatas sus camadas, en qué hueco del muro o en qué sebe. Nos gustaba encontrar camisas de culebras, charcos con renacuajos nerviosos y tritones; y plantas diminutas de las fresas silvestres.
Cuando veo los narcisos en las veredas húmedas y escucho el discurrir de alguna fuente. Cuando por los caminos las prímulas motean el paisaje con su dorado joven y raudas lagartijas escapan de mis pies y el aire duele, me acerco a los lejanos dominios de mí mismo, a las surcadas rutas imposibles, a queridos espacios de espinos y bardales, higueras y laureles. Me asomo a las afueras de lo que soy ahora y corro cuesta abajo con los brazos abiertos, persigo una cometa con forma de serpiente. O bajo hasta la mar y atrapo por las pozas diminutas quisquillas, conchas muy desgastadas, esqueletos de peces.
Cuando arriba el buen tiempo y observo el cielo nítido y las tardes son lentas y radiantes y enrojece con más calma el poniente. Cuando los pueblos huelen a merienda de madre y al jabón de la ropa y padre que regresa con cansancio a la espalda y el horizonte acopia el soplo del nordeste, son más míos que nunca el canto de los gallos, las gaviotas, las olas, y el tallo del silencio y sus esquejes. Me pertenecen menos las cosas de este mundo, pero soy más un poco aquello de otras veces: soy un coleccionista de materias muy frágiles, un cazador furtivo de imágenes endebles.
Para el postre, necesitamos:
- Helado del sabor que más os guste, el original mantecado o tres gustos, yo le puse biscuit de marañuela
Para el merengue:
- Clara de huevo ( una clara da para dos postres)
- tres cucharadas soperas de azúcar por clara
- unas gotas de zumo de limón
- una pizca de sal
Elaboración:
En el plato donde vayamos a servir, colocamos una bola de biscuit y la cubrimos generosamente con el merengue. ( Podemos poner en este momento la almendra triturada y tostada por arriba del biscuit, yo no lo hice) Quemamos con el soplete y servimos inmediatamente. (En este punto, si se quiere, se riega con licor y se flambea) |
Por afuera, tostado y caliente. |
Y cremoso y fresco por dentro, una delicia. |
¡¡¡¡Que vos preste!!!!