mio madre

Mio madre nun sabía idiomes pero yera tan mimosa... dicíame que con enfotu pues algamar cualquier cosa. Mio madre nun sabía idiomes pero falaba a les freses, facía ensalada rusa y mil tortielles franceses. Mio madre nun sabía idiomes pues pisó poques escueles, ¡y facía un caldu gallego y unes coles de Bruseles...! Mio madre nun sabía idiomes, yera una madre estupenda, facía arroz a la cubana con salsa a la boloñesa. ...Primeros versos del poemario Mio madre, de Aurelio González Ovies, editado por Pintar -Pintar, abril 2010 (Edición en asturiano)

miércoles, 1 de mayo de 2013

FÁCIL: TARTA DE MANZANEDA, en memoria de Maruja


Una tarta sin complicaciones.
Comienza mayo, el mes de las flores, el mes más guapo y extenso de la primavera, si es que el tiempo acompaña y empieza a dejarse ver ese cielo azul que hace las tardes cada vez más largas. Esperemos que así sea. Siento ganas de luz...

Publico una tarta muy sencilla, de las más fáciles y rápidas que hice. La receta es de mi prima Mari, a la que le apasiona la cocina y la repostería. Me dejó su libreta de anotaciones y desde que la tuve en mi poder, una de las tartas que más me apetecía hacer era ésta. Os sorprenderá lo rica que está, fresca y suave, y nada empalagosa, ya veréis. Mejor de un día para otro.  Con ingredientes básicos y tan rápida que no da pereza ninguna elaborarla. Vamos, de las de quedar muy bien con el mínimo esfuerzo.

Quiero dedicársela a sus padres, especialmente a su madre Maruja. Natural de un pueblo precioso de nuestro concejo, Manzaneda, cuyo nombre lleva la tarta de hoy. Situado en un paraje fértil, verde y muy soleado, es un pueblo muy acogedor, con una iglesia de estilo románico, de finales del siglo XII, hermosa, a la vez que un palacio muy bien conservado.

A Maruja también le gustaba la cocina, se le daba muy bien y, entre otros muchos platos, le salía como a nadie la tortilla española, tanto es así que fue la ganadora unos cuantos años del concurso que, a propósito de este plato, organizaban en su zona. El jurado siempre se decantaba por las que ella presentaba. A sus hijas les llenaba de orgullo. Me cuenta Mari que las manos de cerdo guisadas era otro de sus platos fuertes... Manos expertas de ama de casa sabedora del buen hacer. Descanse en paz.

Un dulce bocado.

In memoriam.
Imágenes de Manzaneda, del libro Gozón, el libro del concejoAzucel, 2006

A un lado del camino

A un lado del camino estaban nuestras casas. Y el camino llevaba a todas partes. A la mar, hasta el Faro, a Luanco, hasta Candás, a Viodo, al fin del mundo. Todas las direcciones al lado del camino: una extensión de tierra aún sin asfalto, con baches y bardales y un poste de la luz, para avisos y esquelas, que servía, asimismo, de parada. Todas las distracciones en una carretera que nos entretenía las horas del domingo, contando forasteros que iban y venían, observando los coches inmensos y modernos: Dodge Dar y «Seiscientos», Simca 1.000; diciéndoles adiós a excursiones de monjas y personas mayores, o mirando tan sólo a ver si alguien pasaba.

En medio de un camino que apenas transitaban más que la tarde lenta o las hojas de octubre o los gatos, sin prisa, colocábamos límites con botes o con piedras o con trozos de tiza pintábamos las rayas, e invertíamos tardes enteras jugando al escondite o a indios y vaqueros o a la gallina ciega o al potro o a la maza. Era un tiempo feliz, sin reloj ni pesares, en medio de un camino, donde tan pronto estábamos rescatando al contrario como lanzándole una pelota envenenada. Unos días tranquilos en los que amontonábamos las trencas en el suelo y nadie interrumpía nuestra expansión sencilla: una partida al gua, otra al roma, otra al pañuelo por detrás, otra a la queda, una competición de caracoles o un corro a la patata.

A un lado del camino recogíamos moras, descubríamos nidos, cazábamos insectos o nos entusiasmaban las grandes telarañas.

Allí, con casi nada, lo inventábamos todo: sobre cajas de fruta o con algún cartón, levantábamos tiendas y vendíamos colillas, cacharros, pimentón de ladrillo y teja machacados, herramientas ya viejas o verduras prestadas. Usábamos señales como diana certera de nuestros tirachinas, trazábamos «cascayos» con casillas y números, escribíamos nombres con cachos de escayola, nos tirábamos flechas a los jerséis de lana.

En medio del camino pasamos media vida. Hacíamos carreras, andábamos con zancos, montábamos en bici, corríamos tras el aro, gastábamos los sábados desde por la mañana. Comíamos la merienda, construíamos cocheras en montones de arena, subíamos a los muros en que no había cristales, buscábamos regatos, desviábamos el agua. Cruzábamos los tubos de las alcantarillas, trepábamos a higueras, amasábamos barro o perdíamos el tiempo pescando de mentira, con un hilo amarrado en cualquier caña. En medio del camino, entera nuestra infancia.

A. G. Ovies, La Nueva España.




Para la tarta, necesitamos :

Para la tarta:

  • Un bote pequeño de leche condensada
  • la medida del bote de leche hervida y fría
  • 4 huevos, claras y yemas separadas
  • 250 gramos de almendra molida y tostada
Para el caramelo:
  • 200 gramos de azúcar
Para el merengue:
  • 100 gramos de azúcar
  • 2 claras
  • unas gotas de zumo de limón
Para decorar:
  • cerezas confitadas

Elaboración:

En una sartén preparamos el caramelo, lo ponemos en el molde y lo dejamos enfriar (ver aquí)

Mezclamos las yemas con la leche y la leche condensada, mezclamos bien y añadimos la almendra, la integramos al conjunto. (Os muestro un huevo de dos yemas, de las gallinas de corral de mi sobrino, una maravilla).

Montamos las claras a punto de nieve y las añadimos al conjunto, mezclando suavemente para que no se bajen.
 Llenemos tres cuartas partes del molde caramelizado con la masa de la tarta.
Cocemos en horno suave, (yo a 140º, 45 minutos), precalentado.  Pinchamos con un palillo y si sale seco, estará. Dejamos que se enfríe sobre una rejilla. (Las fotos de la cocción y del enfriado no sé que pasa, me dice el programa que son un archivo no compatible...). Una vez fría, se le da la vuelta, si estuviese un poco pegado el caramelo, se sumerge el molde en agua caliente unos segundos y desmolda rapidamente. Hacemos el merengue (ver aquí) y lo escudillamos en una manga pastelera con boquilla rizada. Decoramos a nuestro gusto. Dejamos en nevera de un día para otro.

Y nuestra tarta, estupenda.
Servimos fría.
Y compartimos cariño y un bocado dulce, ¿os parece buena idea?
Gracias, Mari
¡¡¡A ver si vos presta!!!