mio madre

Mio madre nun sabía idiomes pero yera tan mimosa... dicíame que con enfotu pues algamar cualquier cosa. Mio madre nun sabía idiomes pero falaba a les freses, facía ensalada rusa y mil tortielles franceses. Mio madre nun sabía idiomes pues pisó poques escueles, ¡y facía un caldu gallego y unes coles de Bruseles...! Mio madre nun sabía idiomes, yera una madre estupenda, facía arroz a la cubana con salsa a la boloñesa. ...Primeros versos del poemario Mio madre, de Aurelio González Ovies, editado por Pintar -Pintar, abril 2010 (Edición en asturiano)

sábado, 11 de abril de 2015

CONEJO AL WHISKY



Hoy una receta que hacía mi madre muy a menudo. Muy fácil, como podréis comprobar. En nuestra infancia, al igual que en la de muchos de nuestra época, los conejos formaban parte de aquella pequeña hacienda familiar, junto con las gallinas y el pavo que se reservaba para las navidades. Ella les sacaba mucho partido tanto a los unos como a las otras, con el fin de que nos agradaran al gusto y a la vista. El conejo, después de tenerlo serenando una o dos noches, lo troceaba y con las partes menudas preparaba "pataquines" con conejo, que en otra ocasión publicaré. Con las patas y la zona del costado, nos guisaba lo que os propongo en esta receta.  Recuerdo aquellos domingos compartiendo mesa, risas y conversación, con nuestros amigos de Gijón, Ana y César y sus hijos. Les gustaba mucho este plato que, ya veréis, no os supondrá complicación alguna. Espero que lo encontréis sabroso.

Un texto de A. G. Ovies, publicado en La Nueva España:

EL DÍA DE MADRINA

http://conlaluzdemicocina.blogspot.com.es/2012/04/bollo-de-pascua-con-pitinos-2012_07.html,
Bollo 2015

El domingo bajamos a bendecir los ramos. Estaba la iglesia abarrotada. Hacía
sol y pudimos bendecirlo a la entrada. No me gusta ir a misa. Mi madre no
volvió desde aquel día en que por ir a una novena con mi hermana y conmigo,
nos caímos los tres donde casa Orfelina. Dimos con la cabeza en el asfalto.
Nos salió un gran chinchón y mi madre sangraba. Dice que si es así como Dios
lo agradece, que prefiere rezar ella sola, a su modo, o a la noche, en la cama.
Estrené un pantalón que me hizo Norina y sandalias de cuero que heredé de
mi primo. Bueno, no eran nuevas del todo, pero con el betún y el brillo sacado y
la hebilla cosida, como recién compradas.

Huele a entierro la tarde y a rosario. Está todo cerrado. Ni siquiera en la tienda
podemos comprar nada. No funciona la radio y en la tele no ponen ni noticias ni
series. Está todo de luto. La iglesia medio a oscuras me da miedo. Me dan
miedo los cirios y el incienso. Y el rosario que sisean, sin cesar, en sus
reclinatorios, las beatas. Me asustan los sermones y los púlpitos. Y el dolor tan
inmenso que expresan las imágenes. Y no quiero matar a nadie con carracas.
Me dan pavor esas sotanas malva y esos ritos. Y esos encapuchados que van
de procesión en procesión. Y tantas oraciones de amargura y de escarnio. Y
hasta Jesús tapado con la manta morada.

En todas las familias hay como más silencio y no discuten tanto los hombres en
los bares porque no sirven cosas de las que emborrachan. Al menos eso dicen.
Y es lo mejor que tienen estas fiestas tan tristes: no madrugar y no acudir a
escuela. Aunque todos los viernes nos den para comer bacalao desalado con
garbanzos, por vigilia de Pascua.

Lo bueno es que el domingo (cuánto tarda en llegar y luego cuando llega qué
rápido se acaba) vendrá madrina a verme. Me traerá un bizcocho, mantecado,
de pisos, con virutas de dulce y cubierto de escarcha. El del año pasado era
grande y sabroso. Con un castillo encima, de chocolate blanco. Y unas plumas
azules clavadas en la almena. Y merengue en los bordes y frutas confitadas.
Sabía a gloria. Yo creo que me encarga el mejor y el más grande, el más alto
del mundo, de Avilés, de Galiana. Este invierno no hubo ni ocle, ni muchos
caracoles. Pero yo, cuando puedo, también le compro a ella, en Casa de
Pacita, un jabón y un pañuelo y agua de lavanda.
© Aurelio González Ovies
 (La Nueva España, 02-04-2015)