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El cestín lo hicieron los usuarios del Centro de Apoyo a la Integración de Candás. Muy guapo chicos. |
Mañana, 14 de septiembre, se celebra en el precioso pueblo de
Candás la festividad en honor al
Santo Cristo. Muchas son las personas que se desplazan desde diferentes puntos de la región para rezarle con fe. Siempre permanecerá en mi recuerdo lo bien que lo pasábamos cuando llegaba esta fecha. Nos reuníamos un grupo bien numeroso de amigos y familiares y marchábamos a
Candás, con los bocadillos, las empanadas, tortillas y manteles, para comer en
Santarúa, rezar a los pies del
Santo y bailar en la
Baragaña... Típica es la foto familiar en las escaleras que conducen a la iglesia y que los más devotos suben de rodillas... Sin olvidar, claro está, las atracciones: los caballitos, las tómbolas, lanchitas y aquel torturador vaivén (si soltabas las manos te caías y si no las soltabas, la falda se subía hasta la cabeza para auténtico regocijo de los chavalinos, que siempre se sentaban enfrente). Aún diviso todo como una realidad y el olor a pólvora de los voladores parece que me llega...
Hoy quiero desear a todos los
candasinos unas felices fiestas y publico unas marañuelas. La receta se la pidió mi sobrino a una güelina del
Centro de día de Mayores. Gentilmente me la hizo llegar y además anotó también la de los bollos. Me prestó mucho, y desde aquí le mando un beso y las gracias. Así las preparé. Muy ricas.
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El Santo Cristo de Candás, en procesión multitudinaria. (Foto por gentileza de María Teresa Álvarez) |
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(Foto gentileza de María Teresa Álvarez) |
Y también unas palabras para Gozón, pueblo hermano, de
A. G. Ovies, en La Nueva España.
De Gozón y sus sitios
Semblanza en la memoria de los rincones de un hermoso concejo
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Bañugues. |
De Bañugues recuerdo la vida entre gaviotas y güinches que giraban sobre brea y nordeste. Y aquellos chatarreros con furgones muy viejos, que rompían el silencio voceando qué compraban. Y radiantes mañanas como ilusiones nuevas. Y lanchas, bien pintadas, con nombres de mujeres. La Ribera, Cerín. La sirena de Peñas, con su ronco lamento. La calma de El Llugar, La Quintana y la escuela. La tienda de Benina. La bruma mañanera que tapaba Llumeres. De Luanco, Santa Ana, su blanco cementerio entre eucaliptos altos. El Crucero y Falín, con carbón siempre a cuestas. El gris economato. La cochera y los Roces. La conservera, el ruido de sus máquinas lentas. Don Ignacio y la fiebre. El Adel. Las Delicias. La Hestoria y sus bohemios. Y el olor a tergal de grandes almacenes.
De Bocines y Cardo, los prados extendidos, sus huertas cultivadas, sus casonas antiguas, con palmera y balcones, sus cuadras gigantescas, sus paneras esbeltas, toda su superficie como riqueza en ciernes. Y el cuerpo de Antromero, amante de la playa. De Nembro aquel ramal que lleva a Susacasa. Y la loma de Busto, que nunca se divisa. Y las fincas hermosas que lindan con Balbín. Y el molino del cruce que había en Faraguyes. Y los molinos de agua de San Jorge de Heres. Heres, horizonte y maizales, primavera y verbenas, Gelaz. Ladia y su carro con berzas y con leche.
En Viodo estaba todo. El Ferrero y el vértigo. Solarriba, Tezán. Caminos conocidos, caserías muy prósperas, seres inolvidables. El pan más delicioso. Viodo fue grande en mí. Había tanta luz como ahora tanta muerte. Y de Verdicio aún veo la iglesia que se asoma, las dunas que admirábamos, el viento de Tenrero, las curvas que conducen a Podes y a su gente. El Caleyón, mi infancia, Jesusa, Adolfo, agosto, la leche recudida, el candor de Avilés, el corredor que mira la silueta de Ambiedes. Ambiedes, lejanía de donde viene el médico y allí donde mi tío descansa eternamente. Atajos que se escurren por el suelo de Vioño. Lindes de Manzaneda, pomaradas inmensas que suponen el mundo, palacios escondidos, castañedos que cercan la mudez de Budores, matorrales que envuelven el pasado y sus puentes.
Laviana y sus fronteras, Zeluán, Endasa, Nieva. Qué largo aquel trayecto que hicimos tantas veces. Siderurgia y canteras, tolvas, fábricas, dragas, grúas descomunales, barcos, óxido, humo. Parroquia en la que acaba la gama de los verdes. Gozón, hierba, salmoria, acantilado y raza, comarca que resurge, tradición que perece.