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Caseros y baratinos. |
Hoy una receta sencilla de unos dulces también sencillos. Y con historia. Cuando era pequeña los carajitos o carajinos (para no confundirlos con los de Salas), significaban fiesta o domingo. Nos los solían comprar en las romerías o cuando íbamos al cine. Recuerdo a
Engracia con su carrín lleno de todas las cosas más ricas del mundo: helados, barquillos... Y a
Aurelio, el de
Juanita, con su puestín también de golosinas. Y entre ellas estaban los carajinos. Nos gustaban mucho y además, al estar duros, duraban un montón.
Ya de mayor, formé parte de un grupo de folclore autóctono, en mi pueblo:
Grupo folclórico Ocle. Un ramillete de jóvenes entregados, deportistas y animosos. Con pocos medios y muchas ganas, prepararon festivales internacionales en Luanco y a la vez viajaron por media Europa, dando a conocer nuestros bailes. En alguna ocasión hicimos
marañuelas para sacar algún dinerín y se nos ocurrió la idea de hacer carajinos. Gustaron mucho y se vendían muy bien.
Significó mucho para mí compartir con ellos tantos proyectos, tantos viajes y anécdotas. Con muchos conservo una amistad sólida, con otros, por desgracia la vida es así, apenas coincido. Por motivos de estudios, trabajo o familia, nos distanciamos, aunque nos presta mucho cuando nos vemos, recordar las vivencias en común, esos recuerdos preciosos de aquellos años, desde finales de los 80 hasta mediados de los 90. El grupo aún está activo, mucha gente joven comienza con ilusión a dar sus primeros pasos en las danzas de nuestros antepasados, de la mano de algunas parejas del grupo inicial. Desde aquí les deseo la mejor de las suertes y espero que luchen por volver a ser un equipo fuerte.
Va por ellos, los de antes y los actuales. Y para todos los jóvenes que hacen posible que nuestro folclore asturiano no caiga en el olvido. Gracias a todos.
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La foto no es muy buena, es una copia de una revista anunciadora de un festival Internacional en Luanco. |
Poema de
A. G. Ovies, recogido del blog Tardes de cal viva
PALABRAS PARA ALGÚN DÍA
(AGO. El Llugar y La Quintana. Bañugues. Agosto de 2010)
Cinco simples vocales
distintas en mi nombre.
Cinco sentidos frágiles
entre el cuerpo y el alma.
Amé como me amaron
desde que yo recuerde;
sentí como sintieron
los que me rodeaban.
Un pueblo marinero,
un paisaje de campo.
Jamás lo tuve todo.
Nunca me faltó nada.
Yacen aquí mis huella
de identidad: fui un día
hijo de un camionero
y de un ama de casa.
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Los vendíamos a 25 pesetas. |
Necesitamos ( con esta cantidad salen unos 12)
- 100 gramos de azúcar
- 50 gramos de margarina
- una cucharadina de zumo de limón
- cacahuetes pelados y partidos al medio
- cápsulas de papel, pequeñas
- palillos
- un cazo de aluminio
Elaboración
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Preparamos las cápsulas y los palillos. |
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Ponemos el azúcar en un cazo de aluminio, es importante que sea de este material, para que no se pegue. |
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Añadimos el zumo de limón y dejamos que se forme un caramelo. |
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Incorporamos la margarina. |
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Y dejamos cocer, removiendo de vez en cuando. |
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Hasta que la margarina y el azúcar queden como una especie de pasta brillosa. |
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Ponemos en el fondo de las cápsulas un cacahuete partido y rellenamos con la pasta de azúcar. Hay que procurar llenarlas despacio, crece un poco y es fácil que se derrame. |
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Colocamos arriba un cacahuete partido. |
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Y cuando esté un poco dura la pasta, pinchamos con un palillo en el centro. Hay que esperar a que endurezca para que el palillo no se tumbe. |
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Y solamente queda esperar a que se enfríen bien. |
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Y listos para saborear . |
¡¡¡Que vos presten!!!