mio madre

Mio madre nun sabía idiomes pero yera tan mimosa... dicíame que con enfotu pues algamar cualquier cosa. Mio madre nun sabía idiomes pero falaba a les freses, facía ensalada rusa y mil tortielles franceses. Mio madre nun sabía idiomes pues pisó poques escueles, ¡y facía un caldu gallego y unes coles de Bruseles...! Mio madre nun sabía idiomes, yera una madre estupenda, facía arroz a la cubana con salsa a la boloñesa. ...Primeros versos del poemario Mio madre, de Aurelio González Ovies, editado por Pintar -Pintar, abril 2010 (Edición en asturiano)

sábado, 15 de junio de 2013

EMPANADA DE CABELLO DE ÁNGEL, JAMÓN YORK Y QUESO


El jamón, después de horneado queda totalmente caramelizado con el azúcar del cabello de ángel.

Hoy, ni dulce ni salado, una mezcla de los dos sabores que se complementan muy bien. Estoy convencida de que os sorprenderá lo rica que queda esta empanada. Preparada con la masa para empanada de nuestra amiga Marita y con una confitura de calabaza de cabello de ángel que nos regaló nuestra prima María Jesús de su cosecha. Me parece una opción muy oportuna para estas cenas informales que celebramos a menudo durante el verano.

Aprovecho para dar las gracias a todos los médicos que aman su profesión y transmiten serenidad y confianza a sus pacientes. En estos tiempos que nos toca vivir, con tantos recortes e injusticias, se agradece de manera especial que conserven por encima de todo estos valores, la paciencia y la humanidad. Es una suerte poder contar con su apoyo incondicional.



                                                ROGATORIA DE VERANO

Un texto de A. G. Ovies, publicado en La Nueva España.





Que amaneciera nítido cuando quisiera. Que la bruma escampara por el norte. Que cantaran los pájaros, abundantes y libres, entre las copas amplias de las viejas higueras. Que se viera Llumeres, llena de juventud, con la mar muy echada, transparente y eterna. Que salieran y entraran las lanchas conocidas, con redes y con nasas, con cajones de peces brillantes y que el güinche sonara e impregnara la brea.



Y en los días larguísimos trajinarán humanos con sombreros y rastrillos dando vuelta a la hierba, merendando a la sombra, pisando balagares, ‘pradeando’ los prados y rozando las veras. O de animales mustios que tiran del arado, bajo el sol de la tarde, entre surcos recientes y patatas humildes que secan sobre tierra. Y se oyeran aquellos cantares que alegraban el eco y el espacio. Y empezara el maíz a espigar su verdor y su benevolencia.

                                                

Y todas las heridas fueran las de las zarzas que rasgaban la piel de aquella edad tan tierna. Todos nuestros pesares, no capturar cangrejos; todas nuestras caídas, la más punzante pena.



Que mis ojos miraran constantemente limpios. Que el mundo terminara donde acababa el rumbo de nuestras bicicletas. Y observar abejorros, vigilar los jilgueros, seguirlos con sigilo, y aguardar a la hora, junto al mismo bardal, que asomara su miedo la culebra. Que nunca fuera pronto para hacerse de noche, que jamás ya muy tarde para dejar los sueños ni perder la armonía de la inocencia. Que nos cubriera el tallo de espadañas y juncos, mientras los renacuajos no entraban en el bote y a la seis nos llamaran: ven a por la merienda.



Que cada día trajera una ilusión distinta que no costara nada y nos sumara fe a la existencia, un grillo, una travesía a nado, una visita, o una tabla rota que sirviera de techo a la caseta. Un corro, una gincana, una excursión, un fósil con helecho, un pulpo entre las algas o simplemente un árbol con un nido de pegas. Y crecieran los gatos de la última camada, maduraran los prunos y el acuoso apetito de las fresas. Y el olor a pintura inundara los barrios que pintaban sus casas al explotar agosto y reventar las fiestas.



Nada más pediría. Que orvallara y salieran al paso caracoles, babosas y lombrices y debajo de un tronco bulleran tijeretas. Y pararan aquellos forasteros con clase a preguntar si el coche llegaba hasta la arena. Nada más que decir adiós al autobús, adiós al helicóptero y adiós, ya para siempre, a las alas brillantes de tantas avionetas.



Para la confitura de cabello, necesitamos:

  • una calabaza de cabello de ángel que tenga al menos un año
  • el mismo peso en azúcar que pulpa escurrida 
  • la piel de un limón
  • una rama de canela

Se parte la calabaza en trozos grandes y se le quita las pepitas. Se sumerge en agua fría y se deja en remojo una noche. Al día siguiente se retira el agua, se escurre la calabaza, se quita el cascarón  y se pone en una pota cubierta de nuevo con agua. Se pone al fuego y se cuece unas horas. Se vuelve a escurrir la pulpa y se deja de nuevo en remojo con agua fría,  otra noche. Transcurrida, se vuelve a escurrir.
Se pesa la pulpa y se le pone el mismo peso con azúcar, la piel de limón y la rama de canela. Se  cubre de agua y se deja cocer, despacio, hasta conseguir la consistencia que nos guste. En casa nos gusta bien caramelizada.



Para la empanada, necesitamos:


  • masa de empanada de Marita
  • 300 gramos de jamón york
  • 300 gramos de queso cremoso
  • 500 gramos de confitura de cabello de ángel
  • un huevo para pincelar

Se hace de la misma manera que la anterior empanada, pero se rellena con una capa de jamón, otra de cabello y terminando con el queso.
Se tapa, decora y pinta de huevo. Cocemos igual  que la anterior. Se toma templada o fría.
¡¡¡¡A ver si vos presta!!!!