mio madre

Mio madre nun sabía idiomes pero yera tan mimosa... dicíame que con enfotu pues algamar cualquier cosa. Mio madre nun sabía idiomes pero falaba a les freses, facía ensalada rusa y mil tortielles franceses. Mio madre nun sabía idiomes pues pisó poques escueles, ¡y facía un caldu gallego y unes coles de Bruseles...! Mio madre nun sabía idiomes, yera una madre estupenda, facía arroz a la cubana con salsa a la boloñesa. ...Primeros versos del poemario Mio madre, de Aurelio González Ovies, editado por Pintar -Pintar, abril 2010 (Edición en asturiano)

viernes, 4 de septiembre de 2015

TORRIJAS A LA PLANCHA, muy fácil


Otra llambionada: en esta ocasión unas torrijas, muy fáciles y rápidas, con ese pan que se nos quedó un poco duro, para no desperdiciar nada, que los tiempos no están para derrochar.
Esta receta va dedicada, especialmente, a las mujeres que día a día trabajan silenciosamente en todas las caserías, cuidando a la familia, atendiendo el ganado y cuidando la huerta. Va por vosotras. Ahora y siempre.




Pacita Vicente, amante de la cocina y las labores.
Un texto de A. G. Ovies.
DE PRESAGIOS Y MIEDOS

Aurelio González Ovies

El mundo podía acabarse casi todos los días, a cada paso dado, por cualquier contratiempo. Si la mar levantaba las crestas de su cólera y las olas llegaban al borde de la tierra. Si el temporal rugía como un monstruo terrible y doblaba los árboles hasta barrer el suelo. Si la ira de la noche golpeaba los portones y rompía cristales y derribaba vigas y levantaba tejas. Si estallaba en los truenos la furia de los dioses y los rayos prendían el cielo con su brillo. Si caían, fugaces, demasiadas estrellas, si cruzaban aviones y dividían el cielo con su estela de gas, el mundo estaba a punto de terminar su ciclo, de destruir sus ámbitos, de aniquilar su esfera.

En todos los vestigios sospechaban las fauces de la muerte: en el perro que aullaba y enlutaba el augurio. En el búho agorero que ululaba y traía una agonía certera. En el cuervo sombrío que graznaba en la tarde y predecía un entierro. En los falsos avisos y en la luz repentina que inflamaba las cuadras. Todos eran presencia ineludible: la nube portentosa que barruntaba ruina; el eclipse del sol que suponía catástrofe. Y el velo que vestían las mariposas negras. Todos eran legado de infortunio y desdicha: la pega perniciosa que chirriaba y preveía enfermedad y lloros, el resplandor extraño que alumbraba en el fondo de un pantano y el campanario hundido que tañía a destiempo a los desamparados de su aldea; el espectro que a veces dormía en los desvanes, la vela decaída que ahumaba y crepitaba, el sueño que soñabas con sangre y dientes rotos. Todos eran noticia de tragedia.

Todos eran heraldos del demonio y sus ámbitos: los caballos albinos que aparecían de pronto en una carretera, la estantigua que huía, andrajosa, en silencio, la persona deforme que miraba torcido, el can del camposanto que se había escapado y se ponía a la entrada como algo nunca visto que arrastraba cadenas, el nogal peligroso que atraía los males, la casa endemoniada en la que nadie entraba desde años atrás, la mujer sola y áspera que curaba el amor y repetía conjuros y maldecía retratos y engendraba epidemias.

Todos eran (son) seña de un final tétrico y funesto: la rara gallina que canta imitando el canto del gallo, el becerro horrendo que nace sin piel y cuatro cabezas, el gato, el granizo, el lagarto, el hombre, el buen clima, el cálido, el calor de enero, el verdor de octubre o la opacidad de la primavera…


Para las torrijas, necesitamos:

  • 1 barra de pan del día anterior
  • 1 litro de leche
  • 1 palo de canela
  • la piel, sin lo blanco, de 1 limón
  • 220 gramos de azúcar y un poco más para espolvorear
  • un chorrín de anís
  • 4 huevos
  • canela, al gusto
NOTA: preparar la leche para remojar con unas cuantas horas de antelación.


ELABORACIÓN

Lo primero, ponemos la leche, el palo de canela, el anís,la piel de limón y el azúcar a hervir. Dejamos enfriar completamente. Colamos. Añadimos los huevos y los batimos bien.
Troceamos el pan en rebanadas de unos 2 centímetros de grosor y las vamos empapando con la mezcla de leche y huevos
Y las vamos colocando separadas en unas fuentes, dejamos caer la mezcla de leche sobrante por arriba. Esperamos a que queden bien empapadas. Según lo que empape el pan, puede sobrar líquido, normalmente con una barra grande de pan de pueblo, suele empaparlo todo.
Ponemos un poco de aceite en una sartén o plancha y la calentamos bien. Espolvoreamos un plato con azúcar.
Vamos poniendo las torrijas sobre la plancha. Yo pongo pocas de cada vez, para que se hagan rápido y no se agarren al fondo.
Les damos la vuelta y una vez que queden bien doradinas por los dos lados, las vamos colocando en el plato con azúcar y espolvoreando por arriba con más azúcar y canela.
Y ya están listas para servir, en caliente o frías.

¡¡¡Espero que vos gusten!!!