El relleno, a vuestro gusto. |
La masa queda muy fina y hojaldrada |
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Un texto de A. G. Ovies publicado en La Nueva España
Palanca de yerba n´Asturies. Foto: Orgullosos de ser Bañugueros. |
La escasez en mitad de la abundancia
Aurelio González Ovies
Dicen que crece el hambre y sé que no es mentira, pero en mi tierra están las frutas caídas por el suelo. Y los huertos callados y olvidados sus lindes y abatidos sus muros. Nadie baja al otoño con cestos deseosos de bayas y sabores. Nadie prueba el almíbar de cada primavera ni recolecta el bien de sus libres arbustos. Tan sólo la alimaña se regocija y nutre del festín opulento de la naturaleza. Apenas los más jóvenes conocen las espinas del erizo ni han probado la carne de los escaramujos. De pronto hemos pasado de la nada al exceso. Y ya no recordamos la humildad de las uvas ni el tacto del membrillo ni el fragor del saúco de acostumbrarnos tanto a fingidos productos.
Dicen que hay hambre y sé que eso es muy cierto. Aquí, en cualquier calle, muy cerca de nosotros. Mas en cualquier paraje se pudren las ciruelas al borde del camino y las tiernas castañas y los piescos maduros. No apetecen a nadie las manzanas ni el higo ni las moras ni el apio ni el orégano tímido que perfuma el verano. Nadie mira las nueces ni recoge las guindas. Nadie aprecia el arándano ni el fértil avellano ni los solos madroños ni el rubor de los prunos. En mi región parece que nos sobra de todo o que aquello que abunda se desecha o se tira; y es más fácil comprarlo adulterado y falso. Y pisamos bellotas y añoramos su harina, descastamos el fuego y pagamos por humo.
Dicen que terminamos con todo lo que existe. Que es el sino del hombre. Que su instinto es así. Porque apenas cuidamos lo mucho que perdura con su verdad de siempre, con su paciencia inmune. Y me extraña que aún se prenda la luciérnaga. Y que sigan los cuervos con su vuelo de luto. Me admira que madruguen las ardillas y el Sol y que canten contentos el raitán y el cuclillo o que ahueque la noche la insistencia del búho. Me asombra que nos amen el perro y el caballo y todavía nos cedan su lana las ovejas y que no hayan cansado las aspas de la brisa ni se hayan obstruido las arterias del mundo. Me sorprende que el cielo no se haya desplomado o que la mar permita que profanemos más sus túneles cobalto. Me desconcierta el hombre, a veces, con sus poses. Porque dicen que hay hambre, pero somos un péndulo entre miseria y lujo.
Para la masa de las teresitas, necesitamos:
- 1 pocillo de aceite (tacina de café sólo)
- 1 pocillo de vino blanco
- 100 gramos de mantequilla o margarina
- 1 yema
- 2 cucharadinas de levadura tipo Royal
- 1 cucharadina de sal
- la harina común que admita la masa
Relleno:
Además:
- aceite de girasol para freír
- azúcar glas para expolvorear
Elaboración:
En un bol, mezclamos el aceite frío, la mantequilla, el vino blanco y una cucharadina de sal y batimos bastante, hasta que nos quede como una crema. Añadimos la yema y la mezclamos muy bien. |
Las colocamos sobre papel de cocina para retirar el exceso de aceite y una vez que estén frías, las expolvoreamos con azúcar glas. |
¡¡¡¡Y ya están listas para desaparecer!!!! |
¡¡¡Que vos presten!!!