mio madre

Mio madre nun sabía idiomes pero yera tan mimosa... dicíame que con enfotu pues algamar cualquier cosa. Mio madre nun sabía idiomes pero falaba a les freses, facía ensalada rusa y mil tortielles franceses. Mio madre nun sabía idiomes pues pisó poques escueles, ¡y facía un caldu gallego y unes coles de Bruseles...! Mio madre nun sabía idiomes, yera una madre estupenda, facía arroz a la cubana con salsa a la boloñesa. ...Primeros versos del poemario Mio madre, de Aurelio González Ovies, editado por Pintar -Pintar, abril 2010 (Edición en asturiano)

martes, 20 de enero de 2015

MASA FRITA: TERESICAS CON MEMBRILLO, fácil


El relleno, a vuestro gusto.
Con el frío, la nieve y los cambios propios de estos últimos días, parece que apetecen más las 'llambeduras o llambionaes', con un chocolatín caliente y un apacible calor de hogar. Bueno, pues para ello os propongo estas exquisitas teresicas, basadas en las publicadas en el libro de Pilar Ovies, `Tu cocina´ y con el deseo de que os gusten. No plantean ninguna complicación y son rápidas de preparar.
La masa queda muy fina y hojaldrada

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Un texto de A. G. Ovies publicado en La Nueva España



Palanca de yerba n´Asturies. Foto: Orgullosos de ser Bañugueros.
La escasez en mitad de la abundancia

Aurelio González Ovies

Dicen que crece el hambre y sé que no es mentira, pero en mi tierra están las frutas caídas por el suelo. Y los huertos callados y olvidados sus lindes y abatidos sus muros. Nadie baja al otoño con cestos deseosos de bayas y sabores. Nadie prueba el almíbar de cada primavera ni recolecta el bien de sus libres arbustos. Tan sólo la alimaña se regocija y nutre del festín opulento de la naturaleza. Apenas los más jóvenes conocen las espinas del erizo ni han probado la carne de los escaramujos. De pronto hemos pasado de la nada al exceso. Y ya no recordamos la humildad de las uvas ni el tacto del membrillo ni el fragor del saúco de acostumbrarnos tanto a fingidos productos.

Dicen que hay hambre y sé que eso es muy cierto. Aquí, en cualquier calle, muy cerca de nosotros. Mas en cualquier paraje se pudren las ciruelas al borde del camino y las tiernas castañas y los piescos maduros. No apetecen a nadie las manzanas ni el higo ni las moras ni el apio ni el orégano tímido que perfuma el verano. Nadie mira las nueces ni recoge las guindas. Nadie aprecia el arándano ni el fértil avellano ni los solos madroños ni el rubor de los prunos. En mi región parece que nos sobra de todo o que aquello que abunda se desecha o se tira; y es más fácil comprarlo adulterado y falso. Y pisamos bellotas y añoramos su harina, descastamos el fuego y pagamos por humo.

Dicen que terminamos con todo lo que existe. Que es el sino del hombre. Que su instinto es así. Porque apenas cuidamos lo mucho que perdura con su verdad de siempre, con su paciencia inmune. Y me extraña que aún se prenda la luciérnaga. Y que sigan los cuervos con su vuelo de luto. Me admira que madruguen las ardillas y el Sol y que canten contentos el raitán y el cuclillo o que ahueque la noche la insistencia del búho. Me asombra que nos amen el perro y el caballo y todavía nos cedan su lana las ovejas y que no hayan cansado las aspas de la brisa ni se hayan obstruido las arterias del mundo. Me sorprende que el cielo no se haya desplomado o que la mar permita que profanemos más sus túneles cobalto. Me desconcierta el hombre, a veces, con sus poses. Porque dicen que hay hambre, pero somos un péndulo entre miseria y lujo.


Para la masa de las teresitas, necesitamos:



  • 1 pocillo de aceite (tacina de café sólo)
  • 1 pocillo de vino blanco
  • 100 gramos de mantequilla o margarina
  • 1 yema
  • 2 cucharadinas de levadura tipo Royal
  • 1 cucharadina de sal
  • la harina común que admita la masa
Relleno:
  • aceite de girasol para freír
  • azúcar glas para expolvorear
Elaboración:


Deshumamos el aceite con unos trocinos de piel de limón o naranja, sin nada de la parte blanca del interior. Para hacerlo ponemos en un cazo el aceite y las cortezas, en frío y cuando caliente y las cortezas estén crujientes, apartamos del fuego y dejamos enfriar.
Ponemos la mantequilla en el microondas para que se deshaga un poco, pero sin calentarse.
En un bol, mezclamos el aceite frío, la mantequilla, el vino blanco y una cucharadina de sal y batimos bastante, hasta que nos quede como una crema. Añadimos la yema y la mezclamos muy bien. 
Mezclamos la levadura con la harina, la tamizamos y la vamos añadiendo al conjunto, poco a poco, sin trabajarla mucho, hasta conseguir una masa blandina que no se pegue a los dedos. La colocamos en un bol espolvoreado de harina, espolvoreamos por arriba,
 tapamos con un paño y  dejamos reposar en un sitio fresco unas dos horas. Transcurridas, espolvoreamos la mesa de trabajo con harina tamizada y la extendemos, dejándola fina. Con un cortapastas redondo formamos las teresicas.
Cortamos porciones de dulce de membrillo, las colocamos en un lateral de las teresicas, pintamos con huevo todo el contorno y doblamos, apretando con un tenedor los bordes, para que queden bien pegados y no se abran al freír. Las freímos en abundante aceite caliente, donde queden bien cubiertas, yo, en un cazo. 
Las colocamos sobre papel de cocina para retirar el exceso de aceite y una vez que estén frías, las expolvoreamos con azúcar glas.
¡¡¡¡Y ya están listas para desaparecer!!!!
¡¡¡Que vos presten!!!