mio madre

Mio madre nun sabía idiomes pero yera tan mimosa... dicíame que con enfotu pues algamar cualquier cosa. Mio madre nun sabía idiomes pero falaba a les freses, facía ensalada rusa y mil tortielles franceses. Mio madre nun sabía idiomes pues pisó poques escueles, ¡y facía un caldu gallego y unes coles de Bruseles...! Mio madre nun sabía idiomes, yera una madre estupenda, facía arroz a la cubana con salsa a la boloñesa. ...Primeros versos del poemario Mio madre, de Aurelio González Ovies, editado por Pintar -Pintar, abril 2010 (Edición en asturiano)

jueves, 27 de febrero de 2014

CASADIELLES DE TRUBIA, DE JUAN EL PANADERO

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Muchas gracias a Bea y su familia, por la receta.
Hoy se celebra en nuestra región el día de les `comadres´, esa fiesta que, en un principio, no quería más que otorgar a las mujeres, al menos por una tarde o una noche, los mismos privilegios de los que gozaban los hombres durante todo el año. Aprovecho la ocasión para publicar estes casadielles que tengo preparadas desde hace tiempo. La receta que me facilitó Bea, es de su padre que regentó varios años una panadería familiar. Como no me comentó si la terminación era al horno o fritas, las preparé de las dos maneras.
Es una masa estupenda, estira lo que queramos y no se rompe, pero es importante dejarla en reposo de un día para otro.
Espero que las disfrutéis, lo mismo que todas las mujeres asturianas esas reuniones gozosas. Que tengáis un feliz encuentro.


CON MIS PROPIAS CADENAS

Con mis propias cadenas mallé la libertad. Siempre soñé acceder a sus 
soberanías. La libertad es frágil y voluble. Rotunda y encendida. Como las 
dolorosas amapolas que surgen de repente en un verso sonoro de Antonio 
Gamoneda. Hay en la libertad tardes muy desoladas, con pinares ausentes y 
cielos invernales. Y pájaros oscuros que gravitan y rondan la decepción antigua 
del poeta. Es endeble y vidriosa. Como la decepción que tocó Gloría un día en 
sus títeres de agua y en sus mundos de fieltro y en su piel de muchacha 
afrutada y enferma. 
La libertad que habito me aísla de los credos y las filantropías. Me libra de los 
garfios y de algún que otro adeudo. Y me obliga a ocultarme de la realidad, me 
somete a un estado de inquietud y belleza. Es parecida a un ático con la luz de 
un domingo entre la brisa. Me recuerda al amor. A sus ojos inquietos. Libertad 
joven, limpia. Semejante a su pelo y a su blusa en aquellas hermosas 
primaveras. Es breve en ocasiones, caprichosa y tenaz, como ola de océano, 
como Nervo y Sabines, como Rulfo de un faro, como nube en verano que veloz 
cruza el mundo y anuncia una tormenta. 
Y me tiende sus puentes hacia otros corazones. Hacia otros semejantes que 
aman la independencia. Que no firman contratos ni tramitan usuras ni se 
venden ni asienten ni se ensucian ni arriendan. Mi libertad me afloja las riendas 
que no acepta, pero son necesarias para la forma humana. Y me asiste y está 
siempre entera conmigo, por mucho que jamás se la advirtiera. Me permite 
cruzar por la literatura y arribar en parajes que aún no están en libros. 
Preguntarle a Cernuda qué sabe del olvido, cómo reconocerlo, desde dónde 
hasta cuándo se extienden sus dominios, con qué voto ahuyentar su 
inminencia. 
Mi libertad es mía. Como la piel y el tacto y la mirada. Es una libertad 
intercambiable, huraña. Me aleja de presbíteros y de los dictadores, sus 
catervas y tretas. Me envejece y me amolda a su extraño carácter. Pero me 
contamina con sus infinitudes de albedrío y firmeza. Me consiente sondear los 
deseos imposibles, rechazar sus antojos. Saborear el pecado. Ausentarme y 
seguir hacia mí mismo. Observar las medusas que surcan la Odisea. Abrazar el 
suicidio de Goytisolo y Sylvia. Su eternidad bordeada de espliego y de 
ciclámenes. Su pasión por la vida, su sed de inexistencia. 
© Aurelio González Ovies 
La Nueva España (19-2-2014) 

miércoles, 12 de febrero de 2014

ROSQUILLAS DE ANGÉLICA, fáciles




Y siguen el frío, el viento, el mal tiempo. En la anterior publicación os contaba de los lamentos de la mar. Pero no esperaba que su desesperación fuese tanta, como para destrozar todo cuanto se encontrara por delante. En Luanco fue un auténtico desastre. Bares, cafeterías, restaurantes, casas particulares, mobiliario urbano, paseos... Una pena, sinceramente. Y así una noche y otra. Cuentan los marineros de la zona que nunca vieron nada igual. Menos mal que no hubo daños humanos, pero se me caían las lágrimas al ver la impotencia de las buenas gentes ante los desperfectos. Y eran las fiestas del Santo Cristo del Socorro... Mucho ánimo a todos.

La receta de hoy es de una compañera de los cursos de repostería, Angélica. Las preparó para merendar una tarde de clase y nos gustaron mucho. Tiene una casería y las hizo con nata de leche fresca, yo, sin embargo, utilizo nata de repostería. El resultado no es el mismo, pero están bien ricas. Otra de las compañeras, Elvira,  me pidió la receta hace unos días y decidí hacer una pocas. Son muy fáciles. Espero que os gusten. Y quisiera decirle a Angélica que disfrute de su jubilación y que, no lo dude, que se echará de menos su presencia, por esa alegría y simpatía que le caracteriza. Te mando besos, amiga.

Éstas son las que llevó al curso.

Os dejo un poema de A. G. Ovies, recogido en TOCATA Y FUGA, Alvízoras llibros,Oviedo 2004

¡QUÉ SERÍA DEL DOLOR
si un hombre no llorase.

Existiría el adiós
y sus coches en marcha.

Tendría noches la luna
tan llenamente hermosas.

Tendría estrellas la noche,
a veces, tan humanas.

Elevarían los fados
sus grúas melancólicas.
Sonrojarían las rosas
su estar presente
apenas.

Merecerían los trigales los molinos
de viento
que Colinas realza.

Qué cantidad de negación
para omitir la ausencia-

Podría haberse marchado
Jacques Brel con su guitarra;

y yo esculpir en mí:   sin ti no importa nada?

sábado, 1 de febrero de 2014

BOLLINES DE LA GÜELINA GLORIA, con chocolate (Muy fáciles)


Para Gloria, la del Molín, de Arlós.
Hoy, desde cualquier rincón de mi casa, siento cómo braman las olas. El mismo rumor, los mismos lamentos, desde hace días... Un verdadero espectáculo. Cuando el Cantábrico muestra su bravura sobre la costa, es poderoso, incontenible, enorme. Pero me identifico con él, siento que pertenezco a su mundo o bien que forma parte del mío...
Hace frío, y tan  pronto llueve, graniza o sale un engañoso sol. Invita a tomar un chocolate calentín con una 'llambionada', así que  me parecen oportunas estas 'bollinas' muy fáciles que,  hace un tiempo, compartí gustosamente con la güelina Gloria y su familia. La güelina ya no está, pero quiero desde mi cocina recordar su receta y, así, rendirle un cariñoso homenaje. Va para ti, Gloria, la del Molín, la de Arlós, güelina buena donde las haya, que descansa en su rincón soleado, lleno de Luz y Paz. In memoriam.


Un poema de A. G. Ovies, recogido en Nadie responde, colección Esquio de poesía, Ferrol, 1996
(A Chusa, por su esperanza)
De qué nos sirve entonces
la memoria
si no tenemos fe ni percibimos
que hay algo por encima 
de nosotros
que nos lleva a soñar
lo inalcanzable.
Otra edad llegará
que nos despierte
y nos haga llorar
sobre el vacío, 
nos asome a su invierno
y a sus noches
de estrellas más lejanas
que el recuerdo.
De qué me vale entonces
esta voz
que nombra a veces
cosas tan queridas
y ahoga a veces
tragos tan amargos.
De qué tanta pasión
por habitar mi ser,
encontrar el silencio,
compartir ese eterno
momento en que la mar
parece que nos habla.
De qué sino para esperar
que en todo hay esperanza.
Foto del temporal, gentileza de José Ángel Charo