¡¡¡FELICES FIESTAS DEL SOCORRO!!! |
Con ese propósito os dejo estos fideos con marisco, para que los preparéis sin dificultad alguna y comprobéis qué llenos de sabor. A nuestro padre le encantaban los fideos con "cualquier cosa"... Con marisco, muy ricos. A ver si os gustan, si bien, en Luanco, las cocinas olerán a rica e inigualable caldeada.
Un texto de A. G. Ovies, a nuestro padre, marinero de tierra, enamorado de la mar y los pedreos...
A mi padre, in memoriam
Llegó la hora. Para un final, cada día es temprano. Pero se acabó el tiempo de contemplar la mar desde tu casa y podar el saúco y hablar al horizonte. Se terminó la edad de barruntar la lluvia y la tormenta. De adivinar la ruta de los barcos. Se acabaron las noches de luna en E l Requexu. Y las limpias mañanas entre los castañedos y la húmeda quietud de Manzaneda.
Llegó la hora. Para un final, cada día es temprano. Pero se acabó el tiempo de contemplar la mar desde tu casa y podar el saúco y hablar al horizonte. Se terminó la edad de barruntar la lluvia y la tormenta. De adivinar la ruta de los barcos. Se acabaron las noches de luna en E l Requexu. Y las limpias mañanas entre los castañedos y la húmeda quietud de Manzaneda.
No habrá más ocasión de recorrer, en vida, las costas ni los montes. Ni de otear el cabo, la rampa, ni el pedrero. Ni de prever bonanza ni resaca. Ni los bancos plateados de peces que cruzaban las tardes del verano y de la primavera. Se terminó tu estancia inesperadamente.Te llamaron, de pronto. Sin duda fue tu Luz, que ya tendrá dispuesto el cielo que os toca y ya habrá abrillantado el cerco de tu estrella.
Llega ahora el encuentro con la nada habitual y los espacios huérfanos y los jerséis dolidos en los armarios pálidos y las sillas desiertas. Ahora, la realidad punzante de la muerte, la ausencia que desprenden sus años posteriores. Y el silencio forzoso de todo tu utillaje y tus perros de caza y tus cañas de pesca. Llega la soledad con sus formas escuálidas, con su separación definitiva. Y la aflicción y el vértigo. Inexorablemente, llegan.
Te llamarán de tarde en tarde las gaviotas que anidan, al norte de tu norte, en La Gaviera. Y encallará en Llumeres otro vacío nuevo, otra distancia más junto al muelle gastado, junto al camino hendido, junto a las lanchas yertas. Te recordaré siempre, los domingos, temprano, con tu ropa de aguas y tu pelo ya blanco.
Te recordaré siempre, detrás de mí, agarrándome, enseñándome a andar en bicicleta. Te recordaré siempre conduciendo el camión, con litera y con claxon y almanaque, en el que me llevabas a aquellos viajes largos por largas carreteras.
Descansa en paz. No te faltó de nada. Eso es lo más grandioso que un ser humano otea al despedirse. Jamás te negaríamos aquello que pidieras. Unas manos queridas te labraron un reino de calor y cariño, de cuidado y de gozo, de respeto y de amparo. Es lo más hermoso que un alma puede ansiar, aquí, en la tierra.
Descansa en paz y elévate a los altos dominios. Vete en busca de ella. Y bendecidnos siempre, protegednos a todos desde el eterno azul, sangre de nuestra sangre. ¡Qué expatriación se siente! ¡Qué desarraigo queda!
© Aurelio González
Llega ahora el encuentro con la nada habitual y los espacios huérfanos y los jerséis dolidos en los armarios pálidos y las sillas desiertas. Ahora, la realidad punzante de la muerte, la ausencia que desprenden sus años posteriores. Y el silencio forzoso de todo tu utillaje y tus perros de caza y tus cañas de pesca. Llega la soledad con sus formas escuálidas, con su separación definitiva. Y la aflicción y el vértigo. Inexorablemente, llegan.
Te llamarán de tarde en tarde las gaviotas que anidan, al norte de tu norte, en La Gaviera. Y encallará en Llumeres otro vacío nuevo, otra distancia más junto al muelle gastado, junto al camino hendido, junto a las lanchas yertas. Te recordaré siempre, los domingos, temprano, con tu ropa de aguas y tu pelo ya blanco.
Te recordaré siempre, detrás de mí, agarrándome, enseñándome a andar en bicicleta. Te recordaré siempre conduciendo el camión, con litera y con claxon y almanaque, en el que me llevabas a aquellos viajes largos por largas carreteras.
Descansa en paz. No te faltó de nada. Eso es lo más grandioso que un ser humano otea al despedirse. Jamás te negaríamos aquello que pidieras. Unas manos queridas te labraron un reino de calor y cariño, de cuidado y de gozo, de respeto y de amparo. Es lo más hermoso que un alma puede ansiar, aquí, en la tierra.
Descansa en paz y elévate a los altos dominios. Vete en busca de ella. Y bendecidnos siempre, protegednos a todos desde el eterno azul, sangre de nuestra sangre. ¡Qué expatriación se siente! ¡Qué desarraigo queda!
© Aurelio González
Espolvoreando un poco de perejil, queda muy bien presentado el plato. |
PARA LOS FIDEOS, necesitamos: (8 raciones, abundantes)
- 1 kilo de langostinos crudos
- 1 filete de bacalao grande
- 1/2 kilo de almejas
- 1 kilo de anillas de calamar
- 4 o 5 dientes de ajo
- 2 cucharadas soperas de pimentón
- salsa de tomate casera, de 5 tomates
- 1 vaso de un buen vino blanco
- colorante
- azafrán en hebra
- aceite de oliva
- 3 guindillas pequeñas
- sal
- 500 gramos de fideos gruesos
Para el caldo de pescado:
- 1 cabeza de pixín
- 1 cebolla
- 1 trozo de apio
- 1 manojo de perejil
Elaboración:
Dejamos las almejas unas horas antes de la preparación en agua fría salada que las cubra.
Pelamos los langostinos, reservamos la carne. El resto lo colocamos en una sartén con muy poco aceite de oliva y dejamos que se frían hasta que se vayan quedando crujientes y secos. |
Añadimos el vino blanco y dejamos que se reduzca. Mojamos con un vaso de agua, , dejamos que hierva y colamos en un colador, Reservamos el caldo. |
En unos 20 minutos, apartamos del fuego, tapamos con un paño y en otros 10 minutos, estará en su punto. ¡¡¡Que vos presten!!! |
.