mio madre

Mio madre nun sabía idiomes pero yera tan mimosa... dicíame que con enfotu pues algamar cualquier cosa. Mio madre nun sabía idiomes pero falaba a les freses, facía ensalada rusa y mil tortielles franceses. Mio madre nun sabía idiomes pues pisó poques escueles, ¡y facía un caldu gallego y unes coles de Bruseles...! Mio madre nun sabía idiomes, yera una madre estupenda, facía arroz a la cubana con salsa a la boloñesa. ...Primeros versos del poemario Mio madre, de Aurelio González Ovies, editado por Pintar -Pintar, abril 2010 (Edición en asturiano)

viernes, 22 de junio de 2012

TARTA DE MANZANA DE ANUN

Me encantan las tartas de manzana.
Mañana es la noche mágica de San Juan... Me vienen a la cabeza unos recuerdos tan guapos!!! Desde primeros de mes ya estábamos todos los niños y chavales de mi pueblo recogiendo leña, cajas vacías, papel, periódicos y hasta ropa que no servía más que para quemar. Días cargados de ilusión y ganas de superar, un barrio a otro, el tamaño de la hoguera. Salíamos de la escuela y nada más llegar a casa, íbamos al monte. Los dejábamos limpios, hasta cortábamos las rebollas viejas, que quemaban de maravilla. Y rezar al Santo todos los días para que no lloviese y nos aguase la fiesta.
Nosotros hacíamos una bastante curiosa y los mozos mayores la saltaban. Nos imponía el fuego y esas zancadas que pegaban sobre él. A los más pequeños nos parecían héroes de cuento, valientes e invencibles. En una ocasión se quemaron los cables de la luz de tanto como crecieron las llamas, avivadas por el viento. Menudo susto!!! Desde aquel año no la volvimos a preparar más en la carretera, lo prohibieron.
Ahora, me da pena ver casi todas las casas vacías... La falta de juventud y la pérdida de tradición vinieron unidas y hoy, apenas brilla el fuego de dos o tres en el pueblo. Una de estas noche con encanto, hace ya 42 años, nuestra madre se puso de parto y nació nuestra hermana pequeña. Aunque ya no se encontraba bien, aguantó toda la hoguera con nosotros, sabedora de lo que nos prestaba y de cuánto habíamos colaborado. Ella siguió quemando todas las vísperas de San Juan; el último año miraba por la ventana y asentía con la cabeza cada vez que mi sobrino echaba más ramas y las llamas se las tragaban. Por eso, aunque solamente sean unos periódicos, unos trapos viejos o unas cajas de cartón, cada 23 de junio, en la noche de la ilusión, una llama se alza al cielo y brilla en la oscuridad, derramando LUZ, desde nuestro prado.

Os dejo un texto de A. G. Ovies, publicado en La Nueva España, el día 18 de junio de 2008
Esta foto pertenece a Nieves, de su blog ` Luz y color´, en él podréis ver fotos preciosas de diferentes lugares. Gracias, Nieves, por estas fotos tan guapas.

AURELIO GONZÁLEZ OVIES Un mes antes, en ocasiones, era poco espacio para juntar el suficiente y variopinto material que exigía la noche de la gran quema. Había que ir apilando desde mediados de mayo y poniéndose de acuerdo sobre dónde almacenar y sobre dónde se iba a hacer el fuego. Había que estar al tanto de los bosques que talaban, de los bardales que se podaban, de las veras que se limpiaban y de los prados recién segados. Todo era válido y bien recibido y todo suponía un botín para las pandillas de los barrios vecinos, con los que competíamos entusiasmados por comprobar quién hacía la hoguera más alta, quién llegaba más cerca del cielo. 
Junio. Neblina y humedad. Calor en ciernes. Ya no ponían escuela más que por las mañanas, pero aún no podíamos bajar a bañarnos, a Llumeres, hasta que San Juan echara la bendición al agua. San Juan hacía de intermediario del Sol y de la Tierra, era el repartidor del verano y el referente de parte de las cosechas: antes de su celebración, los ajos tenían que estar arrancados (¿por qué no medraste, ajín? Porque no me plantaste por San Martín), las cerezas maduras; antes del orvallo de San Juan debía arrancarse la flor del saúco, imprescindible para los requemados con que nos curaban resfriados y bronquitis. 
Las tardes de junio estaban dedicadas a la recogida de «ramascas» y tablones, cajas de fruta, cartones, neumáticos y ropa vieja, cortezas y muebles destartalados. Carretillas en mano y con la ilusión de encontrar más que nuestros contrincantes -El Tocote, El Llugar y La Quintana-, recorríamos caleyas y descampados hasta el oscurecer, orgullosos de cómo, día a día, el montón prometía una buena e insuperable mecha. 
Éramos muchos. Estaban todos. Pepe, Marivi, Nieves, Consuelo, José Ángel, Belarmo, Blanca, Moisés, Olvido, los José Antonio... Todos, estaban todos. Nadie faltaba. Sólo la lluvia podía amargarnos aquella fiesta, aquella ronda corta de junio en la que el pueblo se adormecía entre fogonazos y resplandores. Desde bien temprano olía a chamusquina y en la antojana de muchas casas, al borde de la carretera o en cualquier recodo, la gente encendía un papel de periódico con unas cañas y espantaba los malos espíritus, purificaba el año venidero, imploraba meses de buen tiempo y provechosa colecta. 

Todos en corro, hacia delante y atrás, cantábamos en torno a la fogata, con los rostros enardecidos por el centelleo de las llamaradas: «A la foguera de San Juan, unos vienen y otros van?». La magia inflamaba y el gran espantapájaros que inauguraba la pira se derrumbaba en seguida, tan pronto como las chispas contactaban con la hierba seca del relleno. Los mayores atizaban el candor con la pala de dientes y nos contaban chistes, leyendas mitológicas e historias de miedo, mientras los más pequeños, a «recostinas» de algún valiente, saltábamos a través del centelleo cada vez más voraz. 

«A coger el trébole, el trébole, el trébole, a coger el trébole en la noche de San Juan. A coger el trébole, el trébole, el trébole, a coger el trébole los mis amores van». Bailes, algarabía, juegos y adivinanzas, en las cercanías del fuego moribundo y antes de que las agujas marcaran las doce y nos afanáramos en buscar regatos donde meter manos y pies para que nos sanaran impurezas, cicatrices y verrugas. Las doce en punto, las doce en brasas. San Juan era permisivo y jaranero. Empezaba la hora de las trastadas. La noche, de cuatro pétalos, daba de sí. Portillas que desaparecían, aperos que se descolgaban, verjas que cambiaban de sitio, tiestos que nunca más regresaban a su ventana, carros que amanecían lejos de su domicilio, perros que se soltaban. Albor y orden. Estío y calma. Humo que se pierde, humo que duele. 
Junio, verano, vacaciones eternamente extendidas e imborrables, como aquella huella de ceniza -las cenizas desprenden un polvillo idéntico a la nostalgia- que permanecía en los caminos hasta los primeros chubascos de septiembre.





  HEMEROTECA


Os dejo la receta de esta rica tarta de manzana. Otra de la mano de mi amiga Anun.

Muy rica.

Necesitamos

Para la base

  • 250 gramos de harina
  • 125 gramos de mantequilla
  • 100 gramos de azúcar
  • 2 huevos
Para la crema pastelera (ver manera de hacerla, aunque varían un poco los ingredientes, pero el proceso es el mismo)
  • 100 gramos de azúcar
  • 50 gramos de maicena
  • medio litro de leche
  • 1 palito de canela
  • corteza de 1 limón
  • 1 huevo
Para el relleno
  • 5 manzanas tipo golden, pequeñas y bien maduras
  • tres cucharaditas de canela
  • 125 gramos de almendra molida ( le puse granillo)
  • cuatro cucharadas de azúcar
  • un chorro de vino blanco de buena calidad

Para el baño
  • 4 cucharadas de mermelada
  • 6 cucharadas de ponche o coñac
  • 2 cucharadas de agua
La masa de la base sabe a galleta.

Elaboración

Hacemos el baño poniendo todo a cocer unos cinco minutos. 
La crema pastelera.
Pelamos las manzana  y las cortamos en gajos no muy finos.
Ponemos a calentar el horno a 180º.
En un bol, mezclamos todos los ingredientes de la masa. a ser posible, a temperatura ambiente. Hacemos una bola, la envolvemos con papel film y al metemos en el congelador unos 20 minutos. También puede ser en nevera, pero un mínimo de una hora y media y  mejor estirada.
Pasado el tiempo, la extendemos sobre papel film , la estiramos y ponemos el molde donde la vayamos a cocer,  invertido, sobre la masa. Envolvemos el papel film alrededor del molde y le damos la vuelta. Recortamos con el dorso de la mano la masa que sobre.
Pinchamos la base y ponemos un papel de horno con legumbres arriba para cocerla  unos 15 minutos, hasta que se ponga doradina. ( Le puse arroz)  La sacamos, esperamos que se enfríe y ponemos la crema pastelera . ( Yo dejo enfriar la crema en una fuente del mismo tamaño que el molde donde preparo la tarta, sobre papel film y tapada también con el mismo papel. Para ponerla en la tarta, retiro el papel que la cubre, una vez fría, y la vuelco sobre la base, al llevar el papel en la parte de abajo se desprende perfectamente)
Colocamos los gajos de manzana pinchados en la crema, de la manera que queramos, yo empecé por el centro y formé una especie de flor.
Repartimos la almendra por arriba y espolvoreamos, primero con el azúcar y la canela y después con el vino.
Colocamos de nuevo en el horno y la dejamos hasta que la manzana empiece a dorarse. Me tardó en cocer unos 40 minutos.
Sacamos del horno y dejamos enfriar dentro del molde sobre rejilla. Una vez fría la desmoldamos y la cubrimos, pincelando, con el baño. Mejor de un día para otro.
Espero que vos guste.
¡¡¡ Feliz noche de San Juan a todos!!!!