Una sopa barata y muy rica. |
Si queréis mejorar el caldo, con unas cabezas de pixín queda muy rico y no encarece mucho.
Un texto de A. G. Ovies, publicado en La Nueva España
Tiempo de narvaso
Acechando el invierno, Cabu Peñes, con Llumeres asomando y la mar revuelta. |
Época de pomaradas mustias y de noches desiertas y extendidas
Es tiempo narvaso y de garduñas. De nieve en los picachos prominentes. Y de jerséis de lana hechos en casa.Es época de pomaradas mustias y de noches desiertas y extendidas. De confiados raitanes que gorjean en busca de algún fruto y gorriones que añoran el verano y la grana. De abedules y pláganos que incendian el paisaje; de rubor de cerezos y guindales silvestres; de olor a tendejones y a esfoyaza. A desayuno, a pan sincero, a silabario. Y de humo de borrón entre la húmeda faz de la mañana.
Son días de una luz muy verdadera, definitiva y limpia, en el perfil del mundo y en la grandeza azul de las montañas. De una nitidez inusitada en la infecta rutina que nos engulle inexorablemente, en la voraz rutina en la que nadie apenas se detiene ya ante nada. De unos cielos muy altos, con brillantes estrellas, que nos asoman a nuestra finitud. Días que llegan como ya terminados, extrañamente untados en desidia y galbana. Y apetecen el calor del fuego más que nunca y la complicidad de unos visillos. Y el rumor del cariño a nuestro lado. Y el silencio encendido en las horas oscuras y sus lentas estancias. Se nos antojan más las costumbres perdidas, los sabores añejos, los recodos tranquilos, los seres que nos faltan.
Éstas son fechas aptas para acercarse a los recintos del pasado y adentrarse en los preludios del invierno y en las vigas antiguas y el vaho de sus cuadras. Y apropiarse de un cántaro de leche y cenar unos higos con pan blando y buscar en un cuarto algún resquicio inmune de la vida, alguna muestra viva de los muertos, de los años hermosos de la infancia. Y abrir viejos baúles, olvidados al pie de un lecho solo, tantear en los armarios los trajes y las felpas, el jabón y los lienzos, chocar con el perfume a romero y manzana.
Son momentos de levantarse pronto, muy temprano, y atrapar ese albor que jamás volveremos a asumir desde ningún lugar ni desde esta ventana. De caminar sin rumbo, bosque arriba, por entre la quietud de la resignación, por entre los nogales derrotados, por entre los helechos ya vencidos y los quitameriendas pertinaces, por entre la agonía de las zarzas. Instantes más mortales que otras veces, porque traen caducidad y límites, separación muy firme del sol y las cigüeñas, de pétalos y ramas.
Al servir, podemos poner huevo cocido, picado menudo, espolvoreado. |
Para la sopa, necesitamos: (doce raciones)
Para el caldo
- 4 o 5 colas de pixín ( yo, congelado)
- unas cabezas de merluza o unos trozos de cualquier otro pescado blanco
- medio pimiento verde
- medio pimiento rojo
- 2 zanahorias
- 1 cebolla
- un puerro
- unas ramas de perejil
- sal
- 4 litros de agua fría
Para la salsa (esta salsa se puede emplear para multitud de platos: arroces, guisos, pescados al horno...)
- cabezas y restos de limpiar las gambas
- 3 dientes de ajo
- dos guindillas pequeñas
- medio pimiento rojo picado menudo
- medio pimiento verde picado menudo
- una cebolla picada menuda
- un vaso de vino blanco de buena calidad (yo, Albariño)
- dos cucharadas de pimentón
- aceite de oliva
Además:
- medio kilo de gambas sin pelar
- unas ramas de perejil
- azafrán en hebra
- 3 cucharadas de tomate frito
- Una barra de pan de medio, del día anterior, de la que se sacará la miga en trocinos
Elaboración:
Pelamos las gambas y reservamos la carne, para añadir a la sopa, y las cabezas y restos para la salsa .
Limpiamos bien con un papel el pescado. Si es congelado, lo dejaremos descongelar la noche anterior en la parte baja de la nevera.
Se pasa por el chino y se añade al caldo. Se fríen unos ajos en aceite, con las guindillas, hasta que se doren, añadimos el pimentón, con el fuego apagado. |
Servir bien caliente. |
A ver si os gusta. Buen provecho.